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Streaming

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Por Greengoat

Vamos a empezar con algo de contexto histórico.

Hubo un tiempo en que la música era algo que se podía tocar. Los vinilos, casetes y CDs con sus portadas y libretos tenían un valor que la gente quería poseer. Por aquel entonces, la gente se enviaba discos por correo postal, la música se difundía con el boca a boca. Se creaban movimientos sociales impulsados por la música. Cada álbum contaba historias, como libros reflejando los sentimientos del artista y la situación social, y la gente quería pagar para poseer una parte de eso porque la música era arte y el arte valía algo.

Luego, en 1999 llegó Napster.

Con internet llegó también la piratería. Mientras las discográficas y los músicos libraban batallas legales para protegerse, el público empezó a acostumbrarse a tener acceso inmediato y gratuito a la música. Este caos no solo afectó económicamente a la industria, también cambió la forma en que la gente percibía el valor mismo del arte.

Entonces, a comienzos de los 2000, Apple presentó iTunes, vendiéndolo como la solución a la piratería con su propuesta de pago por canción. Sonaba bien, pero pronto empeoró la situación para los artistas ya que añadió más intermediarios a la cadena de gestión de los derechos de autor. Además, iTunes no solo modificó la manera en que se repartía el dinero sino que también transformó, aún más, la forma en que la gente consumía música.
Los discos dejaron de escucharse enteros y en su lugar podías comprar canciones sueltas y hacer tus propias listas de reproducción, impulsando así la cultura del “hit”. Y mientras que las plataformas tomaban el control de los ingresos, también recopilaban datos sobre lo que la gente escuchaba y cuándo, dando origen a los algoritmos.


El dinero siempre es un reclamo, así que surgieron más plataformas como MySpace ó Pandora.
Si bien es cierto que algunas de estas plataformas dieron la posibilidad a músicos independientes de llegar a millones sin intermediarios, también consolidaron el streaming como la forma principal de escuchar música. Pasaron unos cuantos años de codicia y capitalismo, más codicia y más capitalismo, hasta que unos tech bros se preguntaron, ¿Y si en lugar de pagar por canción o album se pagara una sola tarifa para tener acceso a todo, todo el tiempo? Ahí es cuando apareció Spotify y el streaming se volvió hegemónico.

Esta vez, las grandes discográficas quisieron entrar en la rueda desde el principio como socios o inversores asegurándose una parte del pastel. Así que, mientras el publico recibían la idea de una revolución digital que “beneficiaba a todos”, la mayor parte del dinero ahora se distribuía según la cantidad de reproducciones sin importar la originalidad o la conexión con la audiencia. Todo empezó a ser cuestión de números y, como todos sabemos, los números pueden manipularse.

Se firmaron contratos opacos para dar visibilidad a algunos artistas sobre otros, se refinaron los algoritmos para manejar esos contratos y se crearon monopolios sobre el propio concepto de “fama”. Analizando estos datos se podían fabricar hits, lo que no solo perpetuaba las tendencias de escucha de los usuarios guiándolos hacia lo que “debería gustarles”, sino que también disminuía el espacio para propuestas menos “amigables” con los algoritmos. Estas tendencias, junto con el sistema de acceso ilimitado por cuota única, fueron devaluando gradualmente ese valor de la música del que hablábamos al principio. Si las canciones tenían que durar 3 minutos, se hacía. Si había que recortar arreglos o poner el estribillo al inicio de la canción, se hacía. Si hablar de
ciertos temas, como de política por ejemplo, podía ser un problema, se cambiaban las letras. Todo por los números.
También aparecieron otras plataformas, como Bandcamp, pero hablaremos de esos modelos de
streaming en otra ocasión.

A medida que el número de usuarios crecía, el ingreso por reproducción se fue ajustando a la baja en un intento de mantener la rentabilidad, disminuyendo aún más las ganancias de los músicos. Plataformas como Spotify tienen millones de usuarios, pero los ingresos que generan se distribuyen de forma desigual y la mayor parte termina en manos de los grandes sellos y las propias plataformas. Suena como un buen negocio, ¿verdad?

Bueno, por lo que parece el streaming sigue sin ser rentable.

Así llegamos hasta el día de hoy, donde la situación ha llevado a las plataformas a preguntarse, ¿Cómo podríamos ganar aún más dinero? ¿Y si, por alguna magia oscura, pudiéramos no pagar a los artistas ni a los sellos en absoluto?

Y aquí entran la IA y las bandas sintéticas. (Tenemos otra entrada en el blog donde hablamos de
estas criaturas, puedes leerla AQUÍ . Las canciones generadas por IA se meten en las plataformas como contenido barato que puede competir por reproducciones e inundar las listas robando espacio a las bandas reales, un enorme y constante flujo de Slop a costa de disminuir el ya mínimo ingreso de los músicos. Y no son solo las plataformas las que hacen esto, también hay personas creando perfiles de IA que absorben enormes cantidades de ese tráfico. Magia oscura.

Hay gente que dice que tiene derecho a crear estas bandas porque “democratiza” la música para todos y todo eso… hablaremos sobre cómo se entrena la IA, ética, esfuerzo y otros temas relacionados en otra ocasión. Entonces, ¿por qué creemos que hemos llegado a este punto? Si miras la historia y evolución de la industria musical y cómo nos hemos acostumbrado (y permitido) este modelo, la música hecha por IA digamos que “tiene sentido”. Por un lado, por el propio concepto del algoritmo. Al parecer ya no importa lo que pongas en la música, si no encajas en el molde de lo rentable no existes y muchos optan por convertirse en marca en lugar de en arte. Si la innovación, las experiencias o la experimentación ya no importan, entonces el propio significado de “consumir música” creada por IA podría encajar en esa rueda, ¿no? Estamos en la era de la devaluación absoluta de la música como arte.

Además, hoy en día el impacto de un músico ya no se mide por su capacidad de mover emociones o por su talento sino por sus reproducciones, oyentes mensuales o seguidores. Ahora se habla de “éxito” no cuando un álbum hace sentir algo a la gente, sino cuando se vuelve viral valorando al artista en base a una visibilidad cuantificable, como si el arte fuera una campaña publicitaria. Pero esas métricas están construidas sobre un sistema que no refleja la realidad, solo reflejan su capacidad de retener la atención y muchas veces ni eso, porque hay bots por todas partes inflando los números. Y sí, el concepto de éxito siempre ha estado ligado a los números, como las ventas por ejemplo, pero esos números solían ser orgánicos.

Otra terrible consecuencia de este sistema no es solo que los músicos cobren mal (o nada) o que el arte se mida por clics, sino que éstos pierdan las ganas de crear algo genuino. Al enfrentarse a este panorama, hay muchos artistas que simplemente dejan de intentarlo o se pliegan a una lógica donde todo debe sonar como algo que ya existe. No porque quieran copiar, sino porque saben que lo diferente no encaja en las tendencias. Y todos quieren fama, ¿verdad?
(suena Bowie en mi mente ahora mismo).

Y a la industria le encantaba todo esto (hasta ahora) porque daba mucho dinero, los números se podían controlar muy bien y digamos que todo era súper rentable en general. La mayor parte de la gente lo ha ignorado hasta crear una peligrosa paradoja en la que lo que alguna vez fue subversivo y generaba emoción, ahora se replica como una fórmula estética sin contexto ni riesgo. Así que, ¿qué diferencia hay si la música la hace un humano o una máquina?

En resumen, sentimos que todos hemos contribuido a esta situación. Las empresas y sellos querían ganar dinero porque eso es lo que hacen las empresas, los medios, la radio y demás querían clics y tráfico y amplificaron las tendencias porque ese es su negocio, las bandas querían entrar en las tendencias porque también conseguían clics y tráfico y querían reconocimiento además de hacer música, porque querer ser reconocido por tu trabajo es humano y normal, el público ignoró activamente las desigualdades en lugar de seguir comprando discos, merch o
yendo a conciertos como antes porque era cómodo y barato. Todos hemos colaborado en que sea posible el concepto de una IA haciendo “música”, por acción o por inacción.

Y ahora nos encontramos en un momento en que ese monstruo que hemos permitido que exista
tiene la posibilidad de eliminarnos.

Estamos jodidos. Oyentes, músicos, la industria… todos. Bueno, es lo que hay. Podríamos fingir que no pasa nada y seguir como siempre, pero el tema es que sabemos lo que está pasando. Es una mierda, pero lo sabemos y no podemos no saberlo. Y cada vez que agarramos la guitarra, el piano, las baquetas, subimos algo a redes o abrimos Blender, lo SABEMOS. Se ha vuelto imposible para nosotros fingir que todo va bien porque esta vez es diferente, esta vez sentimos como que no va de una plataforma nueva o algo así. Es peor, mucho peor.
No podemos cambiar el mundo, ni la industria, ni evitar que pasen algunas cosas, pero sí podemos intentar escoger mejor de ahora en adelante.

Así que andamos investigando y hemos encontrado algunas iniciativas alternativas, aunque la mayoría están en etapas tempranas. También estamos leyendo mucho sobre los debates legales respecto a cómo proteger nuestro trabajo del scraping, regulaciones… leemos todo lo que sale. Y por ahora la sensación que tenemos es que todo es un puto caos y lo será aún más en los próximos años, pero también que eso no tendría por qué ser un problema. Lo que tenemos claro es que la música humana debe permanecer y estamos seguros de que
queremos seguir creando porque nos encanta hacerlo, disfrutamos mucho el proceso y no
podemos imaginarnos no haciéndolo. Así que por ahora digamos que lo estamos abordando un poco como antes del streaming pero con streaming.

Si las IA invaden las plataformas entonces habrá que encontrar otros caminos. O podemos usar o no usar las plataformas, buscar otras plataformas, estar en todas a la vez o en ninguna, o fortalecer los caminos “offline” (algunas ideas locas que tenemos). Una mezcla de todo. Digamos que estamos en los 2000 pero 2.0 y tenemos que seguir intentándolo e investigando sobre tecnologías más éticas, apoyarlas y ayudar a difundirlas. Y mientras tanto, apoyar también a otros artistas que intenten lo mismo. Podríamos esperar a ver qué pasa sin más, que también está bien, pero nosotros somos más de experimentar (como mezclar doom con flamenco y eso).
Sea como sea, vamos a seguir.

Por lo que hemos visto, hay un rechazo masivo al contenido generativo en general así que esperamos que este desastre se regule antes o después. Pero si no, habrá otras formas de compartir música, como siempre las ha habido. Y sabemos que todas las piezas que forman la industria musical tendrán que adaptarse o morir porque amigos, ¡parece que los robots nos quieren comer a todos!

Seguiremos hablando de todo lo que estamos probando en futuras entradas del blog, empezando por cómo usar Bluesky como banda (y otras alternativas más allá de Meta), que puede que os sea útil.
De eso va este blog, no solo de compartir en qué andamos como proyecto, sino también de lo que vamos descubriendo que pueda ayudar a otros en un momento en que todo parece caerse a cachos. Creemos que juntos podemos construir un nuevo sistema, como una vez se hizo enviando discos por correo.
Dejemos que la IA se canibalice a sí misma y sigamos luchando por devolverle el valor a la música.

Sueña, crea, rebélate.

Greengoat es un proyecto transmedia que une música, visuales y narrativa.
Este texto fue publicado originalmente en inglés el 06/07/2025

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2 comentarios en «Streaming»

  1. Hola.

    Muy intreresante. Muchas gracias por el artículo.

    Creo que esto va más allá de la música y está derivado, en parte, de la forma en la que los modos de socialización han ido cambiando. Algo de lo que no solo el uso inconsciente de la tecnología es responsable, también el modelo de sociedad que se construye desde las instituciones. El ocio está normalizado y la agrupación de personas con intereses comunes vigilada. Ese era el camino desde el que hasta hace no mucho se construía la cultura y desde el que salía finalmente el “arte” (La figura de la individua genial no es una realidad más que en el ideario humano).

    Desafortunadamente la mayoría parece vivir comodamente manipulada a través de la pantalla de su dispositivo, dejando a un lado la capacidad de raciocinio para tener juicio y un pensamiento crítico y abandonando los lazos que a los demás les une para construir una sociedad mejor. Nada hoy en día tiene valor si no es rentable, si tu no lo consumes. La música no es si no algo más con lo que negociar y difícilmente la situación es reversible si permaneces usando las herramientas que otros han desarrollado en su interés y no en el tuyo.

    Saludos.

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