Saltar al contenido

Historias de Rock con el 8: Linkin Park-Meteora

Este mes voy a hacer una de las cosas que mejor se me da: hablar porque tengo boca. En el caso del disco (y la banda) que voy a destripar, las líneas que siguen no son más que una elucubración de mi imaginación. No hablo ni desde el conocimiento, ni desde la experiencia. Iba a decir qué más quisiera, pero no lo tengo tan claro.

Por Teodoro Balmaseda

Yo soy un escritor underground (traducción simultánea: soy un escritor al que no conoce ni Cristo), y estoy rodeado de profesionales, de radios y de músicos —que nadie se me ofenda, porque sois el verdadero oficio— underground. En resumidas cuentas: un montón de trabajo, meses de esfuerzo y, en el mejor de los casos, alguna palmadita en la espalda de algún colega. Ahora pongámonos en el pellejo de una banda como Linkin Park. Cada publicación en una red social tiene miles de reacciones. Si haces un disco bueno, tocas el cielo con los dedos, pero como no guste…

La parada del mes: Linkin Park. Meteora. 2003.

Linkin Park fue una de esas bandas como Deftones, Korn, Limp Bizkit… nadie sabía quiénes eran y de repente pegaban un pelotazo tremendo con un par de temas. Hybrid Theory fue un bombazo, arrasando en ventas y formando legiones de fans que se pirraban por esa reinvención (un poco cajón de sastre) del heavy metal, que parecía recuperar fuerzas. In the End eran las canciones que se llevaron la fama, pero Points of authority fue la que me dejó mosqueado. No era mi disco favorito, es más, me cansaba de escucharlo más de una vez, pero había momentos en los que sintonizaba con ellos.

Como muchas bandas coetáneas, en el momento que olieron sangre, atacaron. Y llegó Meteora. Somewhere I belong era una reinterpretación de In the End, que me seguía dejando frío. From the inside… esto ya es otra cosa. El videoclip, con un crío que noqueaba con una onda expansiva al ritmo de los voceríos de Chester Bennington era la receta perfecta de la banda. Batería-bajo-guitarra formando una base contundente, rabiosa, sobre la que el dj pone un toque alternativo, una segunda voz que rapea y suma ingredientes al plato… pero, aun a riesgo de ser un poco cabrón, el ingrediente principal era el malogrado Chester Bennington. Hay vocalistas que se lo curran, evolucionan paso a paso y consiguen algo decente, profesional, pero hay otros… hay otros que son una fuerza de la naturaleza. La primera vez que oí Faint caí rendido. Ahora sí que habían dado con la tecla. Una locura de batería, un bajo hecho una apisonadora, una guitarra áspera… y un estribillo arrollador. No se canta, se vocea como un gol en el minuto 97.

Como decía el tío Ben al joven Peter Parker, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Cuando tienes una banda que suena bien, que encaja con lo que quiere la gente, que reinventa el metal… pues armas bien pronto una especie de ejército de incondicionales, pero siempre hay un poco de lluvia en medio del sol. Las veces benditas que se especuló con que eran un grupo fantasma, que lo habían formado con audiciones… en resumen, una especie de boy band versión metal.

Claro, si la parte musical funciona, escenarios cada vez más grandes, fans, pasta, equipazos —de instrumentos y de personal—… pero, si la cosa va mal… la victoria tiene un montón de padres. La derrota, ninguno.

En una flagrante omisión, porque lo desconozco, voy a pasar de puntillas sobre los problemas emocionales o mentales que el muchacho pudiera tener, pero claro, ponte en sus zapatos: eres el amo, cada vez que berreas un estribillo se le va el color a la tele, te va bien, simplemente con decir tu nombre la gente te reconoce… y te empiezan a llover palos porque el último disco es un truño.

Recuerdo haber leído una entrevista donde le preguntaban si le molestaba que los acusaran de vendidos, y dijo que le iba a partir la jeta al primero que se lo diga a la cara.

Vamos a hacer una última reflexión: tenemos que ser conscientes del poder que tenemos, como masa, como gentío. Claro que tenemos libertad de expresar qué nos mola o qué no, pero joder, igual todo tiene un límite. Me mojo: el declive de Dover no me gusta un pelo, con ese rollo medio electrónico. Desde I dissapear, la última con Newsted, MetallicA no ha dado ni cuatro canciones buenas. En 21 años. Eso es así, por lo menos dentro de mi cabeza, pero si mis líneas van a hacer que cualquiera de los integrantes coja una depre o dejen la música (seguro que Ullrich mira todas las mañanas asaltomataradiorock.com a ver si hay algún voceras que lo hayan puesto al hilo), me meto la lengua en el mismo culo.

Por haber reinventado el metal y por darnos una lección de responsabilidad, por mostrarnos lo jodido que es superar las pérdidas —cualquiera que haya perdido a seres queridos lo sabe— y por dar uno de los vocalistas más talentosos de todos los tiempos:

Linkin Park. Meteora. 2003.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.