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Historias de Rock con el 8: Django Reinhardt

El mes de enero es especial, el 8 de enero no es una historia, es el origen de esta sección que amablemente hospeda mi amigo y compañero Santi Pekeño Ternasko (siempre agradecido por estar aquí). Año nuevo… vieja escuela. Vamos a inaugurar una nueva tradición. A partir de ahora la historia del 8 de enero va a ser la historia de un fuera de serie, y de la vieja escuela. El año pasado fue un tal Chuck Berry, que debía ser bastante bueno y hoy vamos a hablar de un tipo que, haciendo un resumen muy resumido, desarrolló el jazz.

Por Teodoro Balmaseda
La parada del mes: Django Reinhardt.Mafia The City of Lost Heaven OST.2002.

Las cosas como son: a este tipo no lo conozco de hace mucho tiempo, no más de quince años. Descubrí de chiripa el videojuego Mafia, que narraba la historia de cómo un currela, que cargaba camiones caja a caja, llegaba a lo más alto de una de las familias más importantes (vale, cierto paralelismo con El irlandés, aunque con importantes variaciones). El caso es que aquel juego, más allá de su historia, que era un pasote, tenía una de las mejores bandas sonoras que he escuchado. Dentro de las misiones, había mucho rato conduciendo, de punta a punta de la ciudad, y ¿qué sonaba en esos ratos muertos de conducción hacia un objetivo? Pues un clarinete y una guitarra entre el jazz y el swing que me volvió loco.

Como siempre, no voy a escribir una biografía de mil páginas sobre este tipo, pero hay ciertos datos que deben salir a la luz: Primero, tuvo un accidente doméstico, una especie de incendio, que le dejó secuelas muy graves en una pierna y, lo más importante para su carrera, en la mano izquierda. A simple vista, en cualquier imagen de este buen señor, se puede apreciar algo extraño en esa mano, sobre todo en el meñique.

Esta lesión tuvo un efecto devastador en su desempeño de las seis cuerdas, lo que le obligó a redefinir su forma de tocar casi desde cero. Ligado a esto el segundo dato tremebundo: era analfabeto. No es que no supiera leer música, es que no sabía leer, sin más. Tanto es así que su primer disco lo firmó con errores de ortografía, y pasaba un calvario cada vez que tenía que firmar un contrato.

Con estos dos hándicaps tan grandes en su mochila, no sólo consiguió rearmarse y convertirse en uno de los guitarristas más grandes de todos los tiempos. Autodidacta, aprendiendo paso a paso, a base de machaqueo, de meterle horas, y con un oído y una memoria visual apabullante, consiguió componer temas inmortales entre el swing y el jazz. Minor swing —con solo de contrabajo y todo—, Cavalerie —los vientos por encima de la guitarra rítmica y un solo tremendo, parece que la guitarra iba a echar a hablar, Vendredi, un jazz animado, con un clarinete saltarín, Echoes of France —homenaje a la Marsellesa por lo bienvenido que lo hicieron sentir—, y, entre otras, Belleville, mi favorita de su discografía. Una guitarra que marca un ritmo animoso y un punteo apoteósico.

Vale que el estilo no es muy rockero, por lo menos desde el punto de vista de un tipo de 2020, pero, si partimos de la base de que sin los Beatles no habría existido Black Sabbath, sin Iommi no habría existido el heavy metal y sin heavy metal y sin cerveza Homer pierde la cabeza.

Por ser historia viva de la música y referente de cualquier guitarrista que quiera llamarse a sí mismo músico, por cimentar las bases del jazz y del swing y por ampliar mis conocimientos musicales en terrenos que desconocía por competo:         Django Reinhardt Mafia The City of Lost Heaven OST. 2002.

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