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Historias de Rock con el 8: Depeche Mode

Ya llevaba tiempillo dándole vueltas a hablar de estos tíos, y de este disco, pero las circunstancias han querido que el mes pasado estuviera unos días sin ordenador, lo justo para dejar colgado al maño más ínclito de todos los tiempos. Como la vida tiene estas cosas, en mi familia ha habido un ejemplo que ilustrará alguna de mis pajaradas.

Por Teodoro Balmaseda

En tiempos de la Roma floreciente, el destino más alto que podía alcanzar una persona lo más seguro es que fuera el Senado. Sería el equivalente al consejo de administración de tu banco favorito, que mandan más que todos los presidentes que has conocido. El caso es que, si vestías aquella túnica, sobre todo en los últimos compases de Julio César, que flexibilizó las normas, justo antes de ser anunciado senador oficialmente, te daban un bofetón y te decían: memento mori. Recuerda que vas a morir. Si mi colegui Santi Pekeño Ternasko hubiera sido Julio César, la primera chuleta hubiera pasado de advertencia a promesa cumplida.

Hay una frase de Camus, que a lo mejor nunca dijo, o yo he entendido por la bragueta, algo así como que preguntó al infinito del universo el sentido de la vida y no le respondió. De ahí concluyó que la vida no tiene sentido, que es todo un absurdo, aunque no por ello no merezca ser vivida. Es esa extensión de no poder asimilar lo que no es, impregnado en la filosofía de Platón y de Sócrates, lo que amplía la angustia existencial a nuestro alrededor. My cosmos is mine abre fuego con un gesto que yo suelo hacer mucho: coloco las manos como si sujetase un balón invisible y visualizo la parte del universo que puedo controlar. Todo lo que está fuera de ese universo, puede salir mal. Musicalmente, es una especie de balada replicante, mitad Massive Attack, mitad Radiohead, pero con esa aura taciturna que se ha convertido en marca Depeche Mode.

Wagging Tongue tiene esa base a lo SpaceLab, de Kraftwerk, que me vuelve loco. La letra es un pequeño poema con tintes manriqueños o de la mitología griega. Habla de vernos en la orilla del río, o tal vez al otro lado. ¿Qué son nuestras vidas, si no ríos que van a parar a la mar? Estoy viendo el óbolo con la cara de Medusa debajo de la lengua para ofrecérselo a Caronte. También habla de ver a otro ángel morir. No es la metáfora más enigmática, pero sí resulta emocional.

Ghosts again seguramente es la canción del disco. Primero porque la batería electrónica y la guitarrita se pegan; segundo, porque la letra, como en versos partidos por la mitad, tiene algo bello, como el que ve un cuadro renacentista, o una taza de porcelana; y tercero, porque hay un paralelismo con Rammstein. Lindemann decía: Gott wei Bich willk ein Engel sein (Dios sabe que no quiero ser un ángel), y Depeche Mode dice We know we’ll be ghosts again (Sabemos que seremos fantasmas de nuevo).

Don’t Say You  Love Me es un pequeño descanso del obituario. Con un aire bueno a You don’t own me, que ha renovado fulgor con las últimas apariciones de Harley Quinn. Es una especie de western, sobre todo en la guitarra, pero sin perder esa esencia que tiene la voz de Gaham. Este tío soñaría bien hasta cantando el Telecupón.

My favourite stranger es una vuelta al Play the ángel, al The pain that I’m used to. Saben lo que les funciona, y le ponen un poco. Por ponerle un poco de metafísica, es una interpretación del extraño inserto, que habla cuando tú hablas, una especie de doppelganger.

Soul with me es una despedida. Una despedida sobria, tranquila, un gracias a la vida, que me ha dado tanto.

Seguramente que será una pedantería del que no ha entendido nada, pero tener esto bombardeándome la cabeza me hace pensar en Camus. Seguramente porque, a causa de la tortura psicológica de colegio de monjas que sufrí de crío, soy sensible a estas preguntas, y la idea de la no existencia, de que la conciencia que me hace teclear frenético de madrugada se disuelva en el viento me angustia, como a Camus. Seré un fantasma, o una cucaracha, o una bosta de vaca, pero seré. Al final, toda mi existencia se ha basado en interactuar, con la gente, con un texto, con una pantalla llena de señoras desnudas… estímulos que me van influyendo y cambiando, y a los que yo también modifico… no puedo entender una realidad donde no haya nada que entienda, donde yo no sea. No es un miedo a la muerte estándar, tampoco a terminar al final del Tártaro con Chrono, o a ver pasar a Dante y a Virgilio mientras camino con la cabeza del revés, o estoy convertido en un árbol sintiente. Me la pela bastante el olor a azufre y el humo, pero la idea de yo, como metáfora de lo más hondo de mi sesera, desapareciendo sin encontrar nada que yo mismo pueda entender como transición sí que me jode. Tal vez la respuesta sea Spinoza, la inmanencia de Dios, el panteísmo, todo es Dios. Si te acabas de tirar un pedo, parte de ti es Dios, el pedo es Dios y el propio Dios lo olió. Parece una bromita, pero le costó que lo excomulgaran a los veinticuatro años. Sería como si hoy te desahuciaran de tu casa a los dieciocho, o te retirasen la nacionalidad.

Por ser historia viva de la música, una de esas bandas que no es nuestro rollo, pero nos encanta, y por darme pábulo para soltar mis mierdas metafísicas:

Depeche Mode. Memento mori.

3 comentarios en «Historias de Rock con el 8: Depeche Mode»

  1. Y yo pensando que no habría nadie capaz de desilachar con finura literaria y frases de germania a nuestro querido DM , pues no sólo es así, sino que además no me ha costado leerlo.
    Lo que son las cosas…
    Hasta la eternidad y que Camus lo vea.

  2. Excelente! Pocos saben ver, y menos aún, entender el lado oscuro de Depeche Mode.
    Una lástima que no hayas seguido hablando del resto de las canciones.
    Solo agregaría, que “My Favourite Stranger”, es una canción “contemporánea”, no tiene que ver con el DM de ninguna época. Más bien, va de la mano con el post punk moderno, y parece un tributo a Joy Division. Lo mismo que la canción “Never Let Me Go”.

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