Soy de esa generación intermedia de todo, y siempre he tenido la sensación de no pertenecer a ninguna. Soy de los primeros de la LOGSE, de la ESO, pero el mundo de la EGB no me resulta extraño. Claro que he conocido los mp3 minúsculos con cascos inalámbricos, pero quemé medio millón de pilas con mi walkman (que tenía un botón super bass que reventaba tímpanos sin piedad) y posteriormente mi discman.
Todo el mundo tenía móvil y yo me negué en redondo hasta que fue inevitable, igual que con internet. A medida que internet se fue implantando en la vida diaria, los que nos atrincherábamos lejos de Google nos íbamos convirtiendo poco a poco en bichos raros. Yo siempre era de los últimos en enterarse de todo, pero también es cierto que oír de boca de un buen colega aquello de “tío, tienes que escuchar esto” sosteniendo un cd en la mano le daba un encanto al álbum con el que subía varios enteros.
La parada del mes: System of a Down – Toxicity. Año 2001.
En casa de un colega. Con un Pentium que seguro que lleva una buena temporada en la chatarra, empieza a clicar y a escribir y se queda inmóvil, señalando la pantalla. “Vas a flipar”. Salen cuatro tipos, el cantante hablando a una velocidad que no lograba entender una palabra y en los estribillos se superponen unos a otros como si fueran hologramas. El culo me hizo ventosa en el asiento. Lo vi como quince veces seguidas, tratando de desgranar alguna palabra, y me llevé el disco a casa como si estuviera a punto de lograr la alquimia perfecta.
La de tardes que pasé tarareando estos himnos. La de tardes que traté de meterme en el coco tablaturas de bajo. Prison song, Atwa…Calificación de mi colega cuando apenas llevaba dos escuchaditas al disco: “hacen una chorradita con la guitarra y de repente, ¡pam!”. No se puede definir mejor. Como ejemplo, el comienzo de Needles, un poco de tapping y todo estalla. La voz de Serj Tankian… se dice que es uno de los vocalistas más completos del mundo, y con sus posteriores trabajos en solitario lo ha ido demostrando: desde metal siniestro a ópera, pasando por todos los estilos imaginables y algunos por descubrir. Lo he escuchado con una banda detrás pateando culos y acompañado únicamente por un piano en la presentación más austera posible, y en todos los casos me ha puesto los pelos como escarpias.
Aunque la niña de mis ojos en este álbum es Chopsuey! Es increíble, es impresionante, nunca había visto nada parecido a lo de ese videoclip, cruzándose los miembros de la banda como hologramas. Y dejando de lado las imágenes, sólo en la canción… estrofas que van a la velocidad de las hélices de una batidora, y ese Father! que reanima a un muerto.
Para que no se diga que sólo canto maravillas de los trabajos que elijo, voy a ponerle una pega al Toxicity. Es tan bueno, es tan condenadamente perfecto, que estuvo a punto (si es que no lo ha conseguido porque eso son valoraciones muy subjetivas) de eclipsar a la banda. El éxito internacional del disco fue tan rotundo que tensó las relaciones entre los miembros de la banda (Shavo, el bajista: ¿queréis esperar otros 4-5 años? ¿O deberíamos sacar un disco sin Serj? ¿¿¿Decidnos??? ), y los discos posteriores, sin ser ninguno de ellos ni mucho menos una vergüenza para la discografía de la banda… digamos que no alcanzan el nivel.
En resumidas cuentas, por haberme mostrado una nueva forma de hacer heavy metal, por haberme abierto las miras, y por sacar un videoclip alucinante: Toxicity, de System of a Down.