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Historias de Rock con el 8: The Doors

Cada vez que en mi deambular mental por la historia de la música llego a este punto, al mes de enero con vistas a la depresión post-navideña, intento hablar de grandes bandas, de grandes discos, pues al fin y al cabo esto nació como una especie de legado, de testimonio de vida, de mi experiencia con el rock. Hoy hablamos de uno de los vocalistas más grandes de la historia, convertido en icono pop y asociación de ideas con varios buenos amigos.

Por Teodoro Balmaseda
La parada del mes: The Doors. Strange Days. 1967.

Podría ser autoindulgente, pillar una bio en condiciones de Jim Morrison, sacar media docena de detalles y parecer más listo de lo que soy, pero prefiero seguir pareciendo un inculto pedante.

Cada vez que oigo The Doors, me viene a la mente aquella barcaza avanzando río arriba para ir a buscar a un Marlon Brando que ha perdido la chaveta mientras se oye «This is the end, my only friend, the end…». Esa frase y los compases iniciales de Fortunate son, de la Credence, le pusieron banda sonora a aquella generación del peace & love, de los panteras negras, los hippies y el amor libre. No tenía ni idea de quién era ese tipo más allá de aquella icónica foto con el torso desnudo, una especie de ecce homo pagano, de su sensibilidad poética, sus excentricidades y sus coqueteos con las sustancias.

Hay discos que son más que música, son un testimonio de su época, una especie de fotografía que, lejos de avejentarse, nos hace viajar. En cuanto empiezan a sonar los teclados de Strange days, me empieza a crecer de nuevo el pelo para sujetarlo con una bandana, me pongo unos pantalones acampanados y una camiseta psicodélica. Vale que no es mi generación, que por aquel entonces mi madre tenía dos quiquis en el pelo y cagaba en un pañal, pero siento algo de conexión. Esos coros mecánicos, entre el talkbox y las voces de Kraftwerk con un poco de Bowie… pero al revés. Estos tíos fueron los que inspiraron a toda esa gente. Curioso que oficialmente no tuvieran bajista y que la piedra angular sea un bajo poderoso.

You’re Lost Little Girl es otra de esas que has escuchado mil veces, aunque no sea Light my fire.  Tampoco sabía que Doors era una referencia a Aldous Huxley, a su Las puertas de la percepción. Lo he leído, en más de una ocasión además y, aunque me gusta más el soma de Un mundo feliz, reconozco que tiene algo, con Huxley llego a conectar, cosa que con los beat… Kerouac y Burroughs no son para mí.

Love me two times es un coqueteo descarado al rock de raíces, al blues. Ese guitarreo está en ese rollo John Lee Hooker, R.L. Burnside, Blind Willie Johnson… música de vocación, hecha con una guitarra, una voz y mucha fe. Claro, The Doors se lo llevan a su aire, sobre todo completando en sonido con los teclados y una batería que dejaba un poso de Light my fire. Es como un blues psicodélico. Unhappy girl aún le da más peso a los coros, a los teclados, y es como un relámpago setentero, precedente de lo que estaba por venir. Horse latitudes es de esas que forjan una leyenda a ojos de un neófito. Morrison berreando una especie de poema onírico en medio de un caos sonoro. Ahí se empiezan a ver los conciertos con la verga al aire, los escándalos (en esto punto a favor de Jim: estaba en una sociedad muy mojigata que sólo creía en la mano dura y en la castidad).

A más de medio camino llega la madre del cordero: People are strange. Esta es la que tengo asociada. Es increíble la libertad de las ideas, y como pequeños conceptos hacen que mi mente recorra medio mundo. Para empezar, el primer pensamiento que me viene en cuanto arranca, la primera guitarra y la voz inmediatamente encima, es: «Qué raro Elros, que no empieza». La segunda es la morrita, mi amiga Zule, al otro lado del charco, en México, luciendo oficiosa y orgullosamente el apellido Courson de Morrison. Hay una base de piano, que es la que silbamos al caminar, y el resto de instrumentos simplemente complementan la idea.

Por convertir en un icono pop la banda sonora de una generación que quería cambiar el mundo y cuyos valores reivindicativos por desgracia van cayendo en el olvido:

The Doors. Strange Days.

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