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Historias de Rock con el 8: Hysteria

Normalmente suelo usar el sentido del humor en mis intervenciones, pero hoy es uno de esos días que no tengo muchas ganas de reír. La vida, en el momento que te sumerges en la etapa adulta, tiene un montón de experiencias iniciáticas que te van curtiendo: la primera vez que viajas solo, la primera vez que conduces sin miedo, la primera vez… en fin, son ese tipo de vivencias que te muestran la adultez como una promesa cumplida. Pero hay otras experiencias que te muestran la parte oscura de ese momento y ven el mundo como un lugar oscuro y frío.

Por Teodoro Balmaseda

La parada del mes: Hysteria – Hysteria. 2013.

Conocí a Pedro Barroso por casualidad. Yo llevaba poco haciendo reseñas, y buscaba dar un paso más allá en la repercusión de las bandas que cubría. Nunca he sido mucho de hablar en público, y no me gustan mucho los focos, pero hay que adaptarse.

El caso es que la presentación fue breve: Pedro por aquí, Teo por allá. La sección tiene que tener estas características, durar estos minutos, ir en esta calidad de sonido… y a funcionar. Sinceramente, ni me pensé qué estaba haciendo. Sólo quería empezar con la radio, a ver si era capaz de superar mis límites.

Hace poco que me he enterado de que Pedro Barroso, más allá de la coletilla «Feedback Rock, en Canal Extremadura», tiene muchos más subtítulos. No sólo es el conocido que más sabe de AOR, hard&heavy, glam, y un montón de estilos que no sé ni nombrar, resulta que es músico. Allí por el 2013 el tipo armó una banda, Hysteria, que arrancó con fuerza,pero se vio invadida por la tragedia.

Con la imagen subconsciente de Pedro como abanderado de los estilos mas virtuosos que nos han entregado las cuerdas de acero, me figuraba a Hysteria como una especie de super-banda, mitad glam rock, mitad metal estilístico, pero no, nada más lejos.  Hysteria huele a rock urbano, a historias de barrio. Innegable la devoción y la influencia de Barricada y, siendo extremeños, no citar a Extremoduro sería casi pecado.

Poema maldito tiene ese guitarreo del Barrio conflictivo de los Barri, esa voz rota de vena hinchada a lo Fortu, de Obús, con el bajo muy presente —lo que contrasta con las bandas que se acercan a los sonidos más pesados, que entierran las cuatro cuerdas en distorsión— en la parte instrumental. Tiene algo especial, y son las letras. No es mandar un mensaje concreto, resumido en un par de líneas. Cuenta una historia, una biografía de un conocido, que se pirraba por Bukowski y que tiene escarceos con sustancias peligrosas. Escarceos que le salieron caros.

Caer en picado se acerca al hard rock, como una aproximación, aún a distancia, a sonidos más crudos, más metal. La batería tira de timbal y, dentro de las inseguridades de un disco debut, homenajean a las bandas más duras, como Barón Rojo antes de que Sherpa pajarease.

Mentiras de cristal es el Still lovin’ you de los Histeria. Más que el valor como canción, que no lo discuto, es el valor que tiene como semilla, como germen de lo que podría haber sido el siguiente paso en el desarrollo de la banda.

Presa fácil aprieta el acelerador, acercándose al punk. Me recuerda a aquellos cassettes de M.C.D., Agua Bendita, o alguno de Kortatu que tenía por ahí, llenos de rabia, de energía y de ganas de gritar.

Dignidad es su Lentejuelas, con un bajo angular entre guitarras y platos. El puente es de esos medios tempos que no son baladas, pero tampoco guitarreo desbocado y se despiden con De espaldas al sol una especie de bucle con Poema maldito que funciona a final de peli del oeste, donde John Wayne se iba alejando segundos antes del fundido a negro y el «The End».

El caso es que nunca sabremos cómo hubiera resultado esta banda. ¿Hubieran triunfado? ¿Estarían al nivel de Sinkope o Desakato? ¿Hubiera aguantado la formación o hubiera saltado en pedazos? ¿La fama los hubiera hecho entrar en barrena o habrían templado los nervios?

Hace dos años falleció Óscar, uno de los fundadores y hace poco, poquísimo tiempo, Tomás, el cantante, también les —nos— ha dejado. Y yo no sabia nada. De todo ellos sólo conozco a Pedro, pero digo con orgullo que es mi amigo.

A lo que disertaba sobre las experiencias: una de las que nos sumerge en la realidad es ver una foto de los buenos tiempos y que el único que sigues aquí seas tú. Yo lo he vivido ya de adulto y fue como un mazazo, me ha cambiado —bueno, eso intento—, la forma de ver las cosas.

No tengo mucho poder, y no tengo interés en agenciarme duelos o ir de plañidero por la vida. Empatizo con Pedro por experiencias similares y, precisamente por esa empatía, hacerle esta especie de funeral vikingo a los Hysteria.

Por encarnar una parte no muy optimista de la vida, pero, a la vez, cumplir con el fin de cualquier arte —sobrevivir a los autores—, y por poder ampliar la biografía de un gran profesional y buen amigo:

Hysteria – Hysteria.

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