Mis primeras palabras en AsaltoMata Radio Rock hablaban de MetallicA y su Garage Inc. como ese primer disco que me llevó al heavy. Y es cierto. Pero rebuscando entre mi mierda he descubierto una primera incongruencia: hubo un primer disco antes de MetallicA.
Por Teo Balmaseda
Una obra maestra como un castillo de grande que me ha servido de base, de tamiz, para analizar cualquier cosa que me pasa por los oídos.
En tiempos remotos, que suenan a tele en blanco y negro, allá por 1995 o principios de 1996, con el Logroñés de mi alma querida peleando por retornar a la élite, un buen día apareció mi tío, que era la enciclopedia musical de la familia, con una cinta TDK de 90. Si no te afeitas ninguna parte del cuerpo, te sonará a cosa rara, pero por aquel entonces aquellas cintas eran el equivalente a la nube de hoy día. Esa cinta, que algún día donaré a la NASA para que la manden en alguna sonda espacial, fue la que me hizo intuir un mundo nuevo más allá de las radiofórmulas y la canción del verano.
Aún en estos tiempos, cuando reseño algún disco, analizo el combo bajo-guitarra desde el prisma de los irlandeses. Cuando tienes una guitarra que no toma peso específico en la parte instrumental durante las estrofas, y es el bajo el que asume toda esa parte melódica, no puedo evitar que aparezcan detrás de mis tímpanos los acordes de The Edge en esta maravilla del siglo XX. Desde los teutones Rammstein, que patentaron las guitarras encerradas bajo una batería monolítica, hasta los casi surferos Grim swindango, pasando por cualquier banda de cualquier estilo, desde power tríos hasta bigbands de siete u ocho músicos.
Rememorándolo mientras tiro líneas, se me han puesto los pelos como alcayatas con Where the streets have no name al oír esa especie de órganos de iglesia entre el leve punteíllo, las baterías entrando a redoble limpio y el bajo, que no se caracteriza precisamente por su contundencia, convertido en una apisonadora. Más allá de la técnica, de las notas, son canciones que tienen algo que te hace darle pataditas al suelo, palmadas a la rodilla. Si no las silbas, es que estás muerto.
Había una peli, la primera que le vi a Jeff Bridges, Volar por los aires, donde Tommy Lee Jones hacía de un tipo del IRA que preparaba un atentado y, escondido en su zulo, bailaba al son de But I still haven’t found what I’ml ooking for. Di un bote del sofá al reconocer la canción. Otra de esas canciones que, para bien o para mal, han pasado a la historia. No conozco los datos con precisión, pero está entre los mejores discos de todos los tiempos, y sin duda que al menos dos o tres temas de estos, por ejemplo, el With or without you. Las miles de veces que la he escuchado y me sigue encantando como la primera vez. Esa combinación bajo-guitarra, en un punteo eterno, y la voz de Bono, la energía que transmite… joder, me la sé mejor de todo lo que me he estudiado con esta música de fondo, y me sigue sacando una sonrisa, la friolera de veintitrés años después de descubrirlos y treinta y tantos de su publicación.
Bullet the blue sky, Running to stand, Trip through your wires… no se llevaron la fama y las atenciones de las primeras, pero dejaban entrever las influencias de la banda y sus ganas de experimentar. Una de esas bandas que les gusta moverse entre estilos, sin fronteras.
Cierto, les dio por experimentar y salieron mierdas como balones de fútbol, también han sacado buenas canciones pero que no llegan a emocionar. Se piense como se piense, es innegable que esto es una obra maestra. Con más de tres décadas a la espalda, me sigue emocionando. Si mis clases de música en el colegio hubieran pasado de las putas picas, los exámenes de solfeo y la Primavera de Vivaldi a algo así, seguramente que sería músico, de esos que andan en cuatro proyectos al mismo tiempo.
Por haber hecho uno de los discos más redondos que recuerdo, una obra maestra que no tiene parangón, y haber servido, más que de influencia meramente musical, de receta que aplican otras bandas en todos los estilos imaginables: U2 The Joshua Tree.