Hay veces que se me olvida hasta lo que he desayunado, pero tengo la grandísima suerte de tener memoria retroactiva en ocasiones. Quiero decir que hay ocasiones que mi instinto me dice que tengo delante algo importante y lo retengo en la memoria incluso antes de entender por qué. Hoy es ese caso. De la misma forma, hay gente que están rodeados por un halo y tienen más fácil que el resto llegar a la cultura popular. Me da igual que te gusten o que los odies, que entiendas mucho de su rollo o que no tengas ni idea: Jim Morrison con los brazos en cruz, el tattoo en la jeta de Mike Tyson, Einstein con la lengua fuera, el bigote y las patillas de Lemmy, Hulk Hogan rompiéndose la camiseta, Mia Khalifa…
Por Teodoro Balmaseda
El ETB1 a finales de los 90 tenía momentos de invasiones musicales. Se llamaba Gaztea y lo presentaba Joxeina Etxeberria y, aunque de euskera no pillo un carajo, cuando había presentado los videos, justo antes de empezar el tomate, siempre hacían pijadas: desenfocaban, parecía que caía la cámara al suelo… el caso que un buen día sale un video más viejo que el Ebro. Cuatro mendas. El que se lleva los focos es un tío con el pelo casi afro y un bigote… y el brillo del bajo está reflejando la luz de los focos, tirando destellos que provocan momentáneos fundidos a blanco.
Estaba pensando en cómo colgar de los pulgares al director cuando la canción empezó a absorberme. Como lo tenía grabado —en VHS, como está mandado—, lo volví a ver. Y otra vez. Y otra. Y me quedé con el nombre: Thin Lizzy. El título de la canción sólo lo averigüé cuando busqué «Thin Lizzy Valentino» y el buscador —creo que Terra, flipa lo viejo que soy—arrojó el videoclip de Waiting for an alibi.
A esto iba en el primer párrafo: intuía que el tío del afro y el bigote era un pura sangre, y puse las neuronas a trabajar desde el primer puazo a las cuatro cuerdas. Para ser sincero, Thin Lizzy me sonaba de algo. En un concierto de MetallicA presentando en Garage Inc. —si alguien de EITB lee esto, gracias por aquellas transgresiones nocturnas, me cambiasteis la vida—, había leído Thin Lizzy en la presentación de una canción y se me había quedado grabado el nombre.
El caso es que bastantes años después, en mi inacabable pelea contra la ignorancia (spoiler: sigo perdiendo por goleada), decidí redescubrir Thin Lizzy más allá de la canción que me flipa —y me sigue pareciendo la mejor que han dado— Waiting for an alibi—. Apareció este disco en mis oídos y escuché la original de Whiskey in the jar. A ver, MetallicA es mi primer amor y el que se meta con Newsted tendrá que darme un beso con lengua en mis marmóreos glúteos. MetallicA hizo una versión actualizada, más cañera, más distorsionada, pero Thin Lizzy… digamos que Lynott y compañía homenajearon el origen, que debe ser una tonadilla popular, con un poso casi acústico. Pese a tener a toda la banda detrás, da la sensación de estar delante de una fogata por la noche, oyendo folclore irlandés a viva voz con una guitarra destartalada.
Igual es una pajarada, pero escucha The Rocker y dime que no tiene nada que ver con los primeros AC/DC, los de Bon Scoot. Joder, si le pones una gaita tienes It’s a long way to the top if you wanna rock ‘n roll.
A ver, antes de que se me vean las costuras, tiro de honradez: no soy ningún experto en la discografía de la banda, y los temas paraditos, como Shek now so Showdown no son mis favoritos, pero creo que es valor que tiene Thin Lizzy: pasan de baladitas a un Rosalie con sabor a los Rolling Stones, a un Wild One que suena a Lynyrd Skynyrd o a las que me vuelven loco: Fighting My Way Back y, en especial Jailbreak. Joder, me la suda lo que digan las listas de éxitos, Thin Lizzy tiene, siendo muy cabrón, media docena de temas que son pura historia del rock. No te puedes llamar rockero si no haces el punteo de The boys are back in town con la lengua, moviendo la espalda de un lado a otro como si tuvieras una guitarra en llamas entre las manos.
Hay gente que está destinada a trascender, como el joven Aquiles. Por desgracia, Lynott arrastraba la misma desgracia: alcanzarás la gloria, pero morirás joven. Pese a ello, el legado de Thin Lizzy no sólo en sus canciones, sino en influencia de otras bandas que vinieron detrás, es incuestionable y la sitúan como una de las vigas maestras de la historia del rock. Sin querer entrar en polémicas, para mí Thin Lizzy es Lynott. Es como resucitar Queen sin Freddie Mercury, o Linkin Park sin Chester. Sí, sí, muy emotivo y todo lo que tú quieras, pero no es lo mismo.
Por escribir su nombre en letras de oro en la historia del rock y por enseñarme un poco de música, demostrando que lo que me mola no nació con los MetallicA del 98:
Thin Lizzy: Dedication the very best.