Esta es mi cuadragésima intervención en la casa de la conciencia rockera, con mi brother Santi Pekeño Ternasko a los mandos.
Me hace gracia la gente que empieza con ese rollo de «cuando yo era joven…/ en mis tiempos…». Cuando yo era joven era un zoquete, y ahora soy el mismo zoquete, pero con los lomos (al lado de las sienes) plateados, como los gorilas, y juntando letras.
Por Teodoro Balmaseda
Hoy voy a hacer lo que mejor se me da: hablar sin tener ni puta idea. Conocí a esta banda de chiripa, ojeando revistas, y las pintas de Wayne Static me fliparon, entre el pelo y la barba, era una mezcla entre un moai de Isla de Pascua con el cantante de Limp Bizkit. Claro, si lees una entrevista o un reportaje —como más adelante he probado en mis carnes—, por muy sugerente que sea el texto, si no tienes el disco deshaciéndote el córtex cerebral, es difícil que conectes. El tipo, eso sí, era vistoso, sabía perfectamente poner cara de malo, las poses del poder con la guitarrita… lo que se dice un tipo con clase.
El caso es que muchos años después, ya en mis desparrames internáuticos, oí que había muerto. Tenemos un defecto hasta la gente del propio rollo con el lema aquel de «sexo, drogas y rock&roll». En cuanto aparece un músico fiambre: sobredosis. Y en cuanto se menciona la palabra «sustancias», ya lo estamos imaginando con la jeringa colgando de su inerte brazo en una bañera llena de roña. Lo digo con pesadumbre, porque he sido el primero en tomármelo casi de broma, y es una de esas cosas que me pesan en el corazón. El caso es que al poco tiempo, su mujer también muere. La tipa era actriz porno y, en cuanto conoció a Wayne, cambió de oficio, se casaron y fueron felices hasta el final. No me digáis que no suena shakespeariano. Eso del hilo rojo que dicen los japoneses, o cualquier historia de la mitología griega empezando por Príamo y Tisbe, tienen los mismos mimbres, aunque cambie el contexto.
Ahora, veinte años después, y con la media docena de palabras que a duras penas he logrado aprender, quiero hacer justicia a este tío y a esta banda. Static X está en esa oleada del nu metal, y muchas estructuras de sus temas lo atestiguan. Get to the gone está entre el Back to the primitive, de Soulfly, y los Disturbed. También tienen un rollo a Lamb of God, pero estos últimos son más cañeros aún. Permanence tiene el rollo industrial de los primeros Rammstein, los de Tier o Alter Mann, pero pasados por un tamiz más Rob Zombie. Doble bombo y un poco de techno en medio de la locura guitarrística. En Black and white se alejan del metal industrial y navegan en el un nu metal del estilo a Korn en Toughless o Blind. This is not es espíritu de Papa Roach bajo un tamiz de los primeros Slipknot, los de Wait and bleed. Otsego undead es la mía. Así como suena. Es ese tipo de cosa rara que me flipa. Una batería desbocada, un guitarreo industrial al cien por cien y una voz casi robótica, como si a Max Cavalera le hubiera dado por versionar a Kraftwerk. Cold es un beso con lengua más que un guiño a Marilyn Manson.
Podría seguir, pero los homenajes, si breves, dos veces buenos. Espero que lo que he podido aprender en este tiempo, a fuerza de escribir como un cabrón y de leer como un maníaco, me ayude a plasmar lo que me inspira esta historia. A estas alturas, vamos de liberar el término «romanticismo» de la implacable dictadura de las canciones pegajosas de radiofórmula. Siempre me ha dado cosa medicarme, hasta lo estrictamente necesario, porque siempre he tenido un miedo irracional a que me pase como a Paul Gray o a Wayne Static. Igual soy un poco hipocondriaco, pero si puedo pasar una fiebre con un ibuprofeno, no voy a tomar dos. En cuanto a su pareja, me parece romanticismo total. Johnny Cash pasó exactamente por el mismo calvario cuando June murió. No digo que me alegre, pero sí que tiene cierta poesía. Tétrica, pero poesía. Como músico y como historia, intocables.
Por demostrar que el amor existe y por reflejarme en un espejo, como contador de historias y como persona, en un ser más sensible y no tan cínico:
Static X. Machine.