No todo el tiempo que pasamos haciendo el vago o rascándonos la entrepierna es baldío. De vez en cuando hay pequeñas cadenas de inspiración, pequeños descubrimientos, que son esa escamita de sal que hace de esa patata frita un manjar exquisito, o ese puntito dulzón del cacao que convierte un tazón de leche en un reconstituyente infalible.
El otro día viendo imágenes de Guirimbi, un oráculo musical del que tenemos el honor de disfrutar en Logroño, en un concierto de una banda que yo no conocía y me puso de rodillas al primer embate.
Por Teodoro Balmaseda
Sólo hay una cosa que me gusta más que escribir para el maño más famoso del mundo, Santi Pekeño Ternasko, y es llevarle la contraria. Siempre me dice que mejor si hablo de discos recientes, y podría hacerlo de su último trabajo, que no tiene tres meses, pero es que su nuevo disco no tiene Horses. ¿Has oído eso? Es ese tipo de canción que hace amigos, porque es imposible que lo escuches con alguien desconocido a tu lado y no empecéis ambos a dar cabezazos como zumbados. Mira que el stoner era otra de las zonas penumbrosas en mi sabiduría metalera, levemente alumbrada por Ruth, batera en proyectos como Suevicha, Dashara y Greengoat, pero es que esto es canela.
Empieza la batería, un riff un poco nirvanesco y ¡allá vamos! Es un medio tempo, va lentillo, pero se te mete en el cerebro y te pone las neuronas a hacer la ola. Es tan inspiradora que la tengo el bucle desde hace un buen rato mientras pienso en alguna perlita de sabiduría que compartir, o plagiar, antes de que este Ternaskito mío me mande a hacer gárgaras.
Kevin tiene un riff que es una broca que te trepana el cráneo. Aparte de la instrumental, me encantan esas estrofas que parecen de grupo de hooligans berreando en la grada. Hoy voy a hablar de algo que suelo contar en las presentaciones de Candelarias de la Virgen. Al principio, para presentarme un poco y añadir mi brillante intelecto a mi impactante físico, hago un alegato digno de Cicerón a la vocación tardía. Cumplo el arquetipo de escritor sólo en la timidez: no me molan los focos, ni las multitudes, ni ser el centro de atención, ni monologar. Me voy acostumbrando, pero no me mola. En lo que no entro ni a martillazos es en el arquetipo de escritor precoz, elegido por los dioses antiguos y los nuevos para escribir a los tres años, componer poemas a los siete y estar en las quinielas del Nobel a los quince.
There Is Nothing New Under The Sun parece un poco más divertida. Suena un poco a Franz Ferdinand, a ese power pop, o rock con mucho rollo british. Eso sí, los riffs helicoidales revientaseseras vienen de serie. El caso es que a mí me llamaron Bukowski, Matheson, Auster y Murakami cuando tenía 22 y después de una vida repudiando los libros y la experiencia lectiva me había pasado de largo casi toda mi vida. Pasaba de libros, estudiaba lo mínimo imprescindible y veía a los profesores como carceleros de una condena a trabajos forzados que me había caído fruto del capricho de un dios antiguo.
In My Mind`s Desert tiene el reflejo del one hit wonder más famoso del nu metal: Crazy town y Butterfly. No suenan tan leñeros, tienen también un rollete a Red Hot Chili Peppers, pero siguen molando a puñados. Pues la calidad de lo que escribo será relativa (vale tanto como su capacidad para revolverte por dentro), pero la profundidad de mi vocación es innegable. Son las 3.31 de un miércoles, estoy en la planta de un hospital, de mala hostia porque es imposible dormir, y sigo juntando letras con la frescura de una lechuga… extraviada debajo de un contenedor. Esta es mi vocación, hay otras muchas, pero esta esla mía. Mi vocación es mi mejor amiga, y es mi vida, tengo que dominarla igual que me domino a mí mismo.
Scavengers toma un recurso que siempre hay que usar: para la guitarra y deja que el bajo tire millas. Les ha salido una barbaridad medio psicodélica que suena un poco a Jimi Hendrix y te hace bailar como un teleñeco. Parece una chorrada, pero la vocación es como el amor, y no sólo el amor romántico. El fútbol sin vocación, sin amor, son veintidós gilipollas corriendo detrás del balón y protestándole a un payaso que va vestido de chaleco de emergencias y se cree Minos en las puertas del Hades. El sexo sin vocación, sin amor, es intentar hacer flexiones más allá de las nauseas o los calambres. Slomosa sin vocación es sólo la música de fondo mientras ves señoras desnudas por internet. Pero cualquiera de las tres, con vocación…. En blanco y negro y con la cinta pocha también se ve una peli, pero luego vas al cine y es otra cosa.
Traktores, heredera de los vilipendiados Load y Reload, de MetallicA.
King nothing, sin ir más lejos. Debería haber vocación en todos los oficios, porque es ese pequeño esfuerzo que convierte un buen trabajo en excelente, desde un fontanero a una atleta olímpica, pero yo veo, al menos, cuatro trabajos en los que, si no tienes vocación, no deberían ejercerse: sanidad, educación, reparaciones y derecho. Más tarde o más temprano, todos vamos a pasar por un maestro, una doctora, un mecánico o una abogada, y que Lemmy Killmister te guarde si el que tienes delante, al otro lado del fonendo, de tu coche, de tu ordenador o del escritorio se matriculó “por la vida tranquila y las vacaciones” o “porque se gana bien”. Soy de esa generación criada en los 90, con la URSS yendo a la mierda, donde todos íbamos a ser héroes americanos, como Terminator o La jungla de cristal y nos íbamos a hacer millonarios con lo más grande que ha inventado la raza humana: el trabajo de fábrica. Como Chaplin en Tiempos modernos, pero más alienante.
Estonia, no sé si soy yo, o le veo un puntito Audioslave que mola muchísimo, pero siempre, eso sí, en clave de riffs pegajosos y baterías acojonantes. Se te mete en el hipotálamo y te pone a bailar. Como decía, seguramente que yo era un niño cargante sin el más mínimo interés en lo que le enseñaban, pero tener profesores sin vocación ayudó significativamente a que me diera aún más para atrás todo lo que tuviera que ver con estudiar. Tengo familia en la educación, y me ha hablado de personal docente en primaria que no lee. ¡Profesores de literatura que no leen! ¿Y por qué no hay niños de diez años leyendo 50 sombras de Grey? Fácil, porque el comercial de la editorial no lo recomienda. Es terrible esa sensación de no ir nadie al volante.
Psyjonaut marca lo que hablo de la vocación: se hace corto. No sé si volver a empezar el disco o dejar ésta en bucle. La vocación para un médico tiene que ser curar. No quiero decir que, como tienen vocación, que cobren una mierda, o que trabajen de sol a sol por el salario mínimo. No quiero decir que hay que aprovecharse. Quiero decir que la meta de tu doctora en cuanto te descubres las vergüenzas tiene que ser verte salir por tu pie después de un problema de salud que parecía sin solución. ¿Qué pasa si un médico lo hace por la pasta? Como un periodista, un mecánico, o un abogado: se convierten en mercenarios. Ahora que el 7291 es un número para recordar, quiero desenterrar del olvido a un tal M. Rajoy, que a saber quién será. En su mandato, para ahorrar, les quitó un medicamento a los enfermos de hepatitis C. Cuatro mil muertos. Que haya muertos por capitalismo es asqueroso, pero detrás de esa asquerosidad hay cuatro mil malnacidos con una bata blanca que te denegaron la receta sabiendo que a la semana siguiente no ibas a volver a pedirla. No jodamos. El juramento hipocrático está por encima de todo eso. Y aunque no lo estuviera, siempre será mejor que te echen porque te has negado a denegar recetas vitales que seguir en tu poltrona sabiendo que las manos te huelen a sangre, ¿no? ¿NO?
P.D. He tenido suerte. La gente que tengo alrededor en el hospital son montoncitos de vocación debajo de un uniforme. Todo mi respeto y toda mi admiración. Saben lidiar con lo que podemos necesitar, y hasta con la cara de acojone que se nos pone cada vez que se nos acerca alguien.
Por dar rienda suelta a esta vocación mía que va a acabar conmigo, y haber mitigado una noche realmente jodida, con insomnio y cansancio:
Slomosa – Slomosa.