Como yo soy el que escribo, y no dejan de ser historias mías, se supone que siempre tengo que quedar como el héroe… pues no. Siempre he tenido el don de cagarla. Soy capaz de ofender a todos los presentes con una sola frase y sin pretenderlo. Cada uno tiene sus habilidades. Aunque el paso del tiempo me ha dado algo más de diplomacia, de vez en cuando vuelvo a conseguirlo.
Por Teodoro Balmaseda
Estábamos más o menos a finales de 1998 (no estoy seguro del año, pero sé que era finales porque si no era mi cumpleaños, era reyes) cuando me empezaron a dar los regalos: que si una camiseta de bakaluti (como que no), un libro de una conocida saga de magos infantiles que aún calza un armario… y por fin, un casete oficial —rechaza imitaciones— del disco que nos atañe. Igual es mejor mantener la compostura, pero en cuanto la vi solté un:
— Joder, con diferencia, el mejor regalo.
¿Sabes ese momento donde tu madre de dice aquello de: “cuando lleguemos a casa te lo explico”? Si en aquel entonces a mi señora madre no le hubiera sacado la cabeza y parte del hombro, le habría desgastado todas las zapatillas con los glúteos. En fin, lo mío con S.A. empezó con una historia de amor.
Imagina que hay una hecatombe —coronavirus zombi— y se pierden todos los discos de todas las bandas de rock, metal, punk… y todo lo que le gusta a mi compadre Santi Pekeño Ternasko, y sólo libran dos discos: el Garage Inc. de MetallicA, y el Eurosis, de SKA-P. Pues esa era mi base de datos en ese momento. Dos discos, tres casetes y un solo Dios verdadero.
Cuando me cayó esto en las manos no sabia ni cómo reaccionar. Al principio me chocó un poco tanta fuerza, tanto guitarreo, después empecé de nuevo, pero con el libreto abierto, repasando las letras —vamos a hacer amigos, venga—, porque no siempre entiendo a la primera los voceríos que pega el amigo Juan. En menos de una semana, me sabía el disco de memoria. Joder, si me hubieran puesto exámenes de S. A. y no de química…
Miliki abría el disco, y pensaba que me habían timado, hasta que entraron las guitarras. Para que seas como quieren que seas / tú lo debes decidir. Dos estrofas al azar, que pesqué al vuelo. A lo mejor en otra época no me hubiera llegado tanto, pero con catorce o quince años, estaba —y a día de hoy aún estoy— buscando mi camino, mi verdad, decidiendo quién iba a ser en un futuro que parece haberme atropellado.
Por un momento casi lo he olvidado/ el aire limpio entraba dentro de mí / me devuelve la vida, poco a poco me da calor / me siento medio humano, me siento mejor. No me hace falta mirar la letra, la llevo tatuada en el alma. Nunca podréis arrancarnos el corazón / no impediréis que salga al exterior toda nuestra fuerza / ¡Nunca lo impediréis! Repito, tenía catorce años, siempre me había sentido el más tonto, o de los más tontos, de la clase, y ahora había cinco animalos que estaban poniendo música y verbo exactamente a lo que sentía. Vale que igual no pillaba mucho mensaje que había en sus letras, que he tenido que redescubrir con el tiempo, pero conectaba con la actitud, con la rabia, con la fuerza.
Lo mejor de este disco y probablemente de toda la discografía de los vitorianos: Sangre del pueblo que / no dejan ser libre / corre por las alcantarillas del estado / envenenada por las ansias de poder / maldito corruptor y degenerado / El terror es el terror / lleva corbata, y besa al Papa. Ojo al dato: veinticinco primaveras han pasado nada más, y aún retumban las cloacas, los trepas, las fake news (antes se llamaba enmierdar), los viajes del Papa dejando agujeros cojonudos en las arcas públicas… ¿sigo?
La aventura del saber, por su bien, que nos hablaba de recibir hostias en casa. A día de hoy el extremo centro dice que esto es un bulo bolivariano quema-conventos…
Podría ir canción por canción, sacando extractos y comentando, pero me arriesgo a tener un relato que acabe como novela corta, y tampoco es plan.
Discazo total. A mis ojos, es como el germen del hardcore, como si fueran anteriores a Sepultura por ejemplo. No en vano, cada vez que escucho —o reseño— a los Knibal, a los Ardi Beltza, o a los Escuela de Odio, los pongo en comparación a S. A., y en concreto a este Ratas.
Por haber reinterpretado a su manera un estilo que venía de fuera —del estilo a Fermín Muguruza, por ejemplo— y por haberse convertido en un referente para mil y una bandas que han venido por detrás —que nadie va a poder callarlos ya porque están en el subconsciente colectivo y danzando por internet— y por recordarme que si algún día los conozco les voy a dejar la casete para que me lo firmen: S. A. Ratas.