Teodoro Balmaseda: Historias de Rock con el 8// Nirvana-The Best
Dice el refrán que el que no valora lo que tiene lo pierde, y estas historias que me están haciendo desempolvar recuerdos me vislumbra un hecho con dos posibles enfoques: o tiendo a idealizar los recuerdos o bien no voy a ser feliz en la puta vida, porque ahora tengo un mejor sabor de boca que cuando lo viví. Lo más seguro es que los problemas del día a día me amarguen la existencia y empañen lo bueno.
La parada del mes, Nirvana: Nirvana (The best). Año2002.
Mi primer contacto con Nirvana no fue feliz. Bueno, cometamos sacrilegios, qué coño. Smell like teen spirit no es ni de coña la mejor canción de los de Seattle, y se lleva un cinco pelado si tengo que ponerle nota. Eso lo pienso ahora, después de haberla redescubierto y paladeado con cariño (perspectiva, divino tesoro), porque en su momento, ni eso. Hombre, tiene su valor, eso es indiscutible, aunque sea por la cantidad de músicos destripaterrones que han fantaseado con la fama y la fortuna mientras la destrozaban con una guitarra/bajo/batería hecha trizas.
El caso es que la escuché y, salvo el conserje haciendo el animal mocho en mano mientras los alaridos de Kobain se dispersan en un fundido de salida, no me quedé muy prendado. Lo cierto es que todo el tema de Nirvana (drogas, suicidio, infancia jodida, Courtney Love…) era un terreno desconocido para mí. Pasé página, me fui con mi metal siniestro y adiós. Bueno, adiós no, hasta luego.
Una noche, en uno de mis interminables ratos con Vh1 (ahora me doy cuenta de su encanto) vi un video. Salía un rubiales sacudiéndose y sacudiendo su guitarra en un lapso que paralizaba el movimiento, como si la filmación tomase 3 fotogramas por segundo en lugar de los 24 habituales. Una guitarra que parece estar entonando sus últimas notas, la batería, tirando de timbal con autoridad, el bajo, crudo… un yeah que parece viajar en el espacio (y también el tiempo) hacia el big crunch y un estribillo que parecen los farfullos de alguien completamente medicado. Ahí sí, dentro de mi coco algo hizo clic. You know you’re right, repetido como un mantra. Todos los discos que soy capaz de recordar, todos los grupos… todo entró en mi córtex por una canción, aunque sea un tarareo vago.
Claro, después de aquello, escuchadita al disco, otra escuchada, está bien tener el The very best pero hay que profundizar… vi repescados aquellos trozos de documental, con las imágenes de las peregrinaciones al lugar donde Kurt demostró fehacientemente (como todos los del club de los 27) que el éxito y la felicidad no siempre van de la mano, y que la fama (este muchacho fue ascendido poco menos que a profeta) ejerce una presión insoportable sobre los artistas, sobre todo en un país como Estados Unidos, donde crear ídolos para restregarlos por el fango es el primer deporte nacional.
Para mí el tema de las enfermedades mentales se limitaba a alguien voló sobre el nido del Cuco, y cuando oí Lithium vislumbré lo cerquita del infierno que puede estar una persona pisando esta misma tierra.
Slivery esa voz a punto de romperse, Come as you are, obra maestra absoluta y punto, que además nos brindó unas buenas risas cuando Ramoncín la “homenajeó” … In Bloom, que me ha acompañado desde la primera vez que la escuché y pone banda sonora a fregar los platos (cambiando la letra básicamente por palabrotas).
Para los no iniciados, que serán muy pocos, es el disco ideal para saber de esta leyenda del rock y de Dave Grohl, el culo más inquieto de la historia del rock y sobre todo para mirar más allá del mito y centrarse en las personas y en sus historias.
Por haber mostrado al mundo una nueva forma de tocar y cantar, y por hacernos partícipes de las miserias de una vida profundamente desgraciada en una suerte de catarsis general: Nirvana (The Best), de Nirvana.