Lo cierto es que, año y medio después, le estoy cogiendo el hilo. Esto no es sólo las palabras que veis en la Ternaskada, es pillar un disco —literalmente o tirando de memoria—, volverlo a escuchar, agrupar ideas y por fin enfrentarme al folio en blanco. Recupero detalles que hacía mucho que no me pasaban por la mente. Recordar es volver a vivir, como decía el gran Héctor del Mar.
Por Teodoro Balmaseda
No di con este grupo por casualidad: lo iba buscando, pero no los iba buscando a ellos. Me explico. Todos —por lo menos los que hemos conocido los casetes— hemos tenido un mentor, esa primera fuente inagotable de discos que nos picaron. El mío tenía fundamentalmente dos gustos: el punk (MCD, Piperrak…) y las baladitas románticas (Sepultura, Cradle of Filth…). Por eso soy el único del mundo que oye el No más punkis muertos o el Refuse/Resist y siente nostalgia. El caso es que busqué grandes del rock sudamericano (la sombra de Molotov y Rata Blanca era alargada), y salieron estos tíos. Ojo, son A.N.I.M.A.L., Asediados, Nuestros Indígenas Murieron Al Luchar, la sigla. Por lo visto hay una banda llamada Animal que entraban en conflicto de propiedad intelectual.
Total, que acababan de sacar disco: Usa toda tu fuerza, que era una declaración de intenciones. Nada más empezar, Revolución me sonaba a …and justice for all, de Metallica (la canción en concreto, no el disco en general) y, en cuanto entraban las voces, ese sonido tan cavaleriano en guitarras filosas y machaconas. Tienen momentos Korn, de ponerte a saltar como un loco, que se intercalan con esos tramos de trash inmisericorde.
Cuida tu fe y Dios recurrían a temas religiosos sin perder ni gota de agresividad, y Usa toda tu fuerza le daba al disco título y modus operandi. En la primera escucha, con mi walkman que reventaba el bolsillo interior de mi abrigo y parecía que llevaba el marcapasos más grande del mundo, me hizo empezar a hacer headbanging como un poseso en medio de la calle. Cada cual va con su verdad (…) Nadie sabrá mejor que vos lo que debés hacer. Puro fuego.
Barrio patrón era una especie de interludio de un minuto que empieza sonando al Fiend Club, de Misfits, y estalla en un bramido como S.H.A.K.T.A.L.E., de los S.A.
Ganar o perder, me ponía cara a cara con un problema que he tenido con mi forma de entender la música. No en vano, MetallicA fue mi primer amor: no distingo el bajo en medio de toda esa locura. Como los primeros acordes los hacían las cuatro cuerdas, es como si me hubieran puesto el sonido envolvente.
Pero este disco tiene una joya relativamente escondida: Aura. Cuando una banda tan burra, tan cruda, cambia el tercio para hacer baladas, le salen cosas alucinantes. Están acostumbrados a sonar duro, a tener letras ásperas y, si les quitas la distorsión, siguen sonando cañeros. Por ejemplo, el Kaiowas de Sepultura, que mi amigo Ruben-ciano convirtió en leyenda o la banda yeclana Knibal, con los que no hace mucho que los comparé, en Sigo en pie. Una mala bestia como su vocalista Sergio, hecho para la furia, aun a medio tempo, vocea como si le acabaran de dar un mazazo en el dedo gordo del pie. Es fuerza acústica.
En cuanto a Aura, sin ser la mejor composición de todos los tiempos, tiene un aire instrumental hipnótico, y la voz, esa especie de grito desvaneciéndose, es sencillamente fantástica, aparte que la sonoridad argentina en el“yo” y en “llaves” le dan un toque entrañable, al menos desde los oídos de un riojano (si me oye Marcelito, el de Bicho*Z). Ángel de mi turbante / schieva en sus manos hoy / la schiave para liberar mi amor.
El paso de los años no trató bien a la banda. Constantes cambios de formación (vinieron a presentar su siguiente disco, 6, con nuevo batería y nuevo bajista, dos de tres), y una disolución traumática —que a la postre no sería definitiva— en 2006 me hicieron perderles la pista por completo. Hasta que oí que Andrés Giménez, el guitarra, voz y líder, había formado un proyecto con el batería de Maná (Ese golpe seco ha sido mi mandíbula estrellándose contra el suelo).
Por dar una luz sobre lo que se hacía al otro lado del charco, por permitirme ver la evolución del trash más burro y por darme una de esas canciones que estarán por fuerza en la banda sonora de mi vida: A.N.I.M.A.L. Usa toda tu fuerza. 1999.