Creo que nos pase a todos. Siempre hay bandas, o artistas, que nos caen mal pero su música nos encanta (en mi caso, Lars Ulrich), los que no nos gustan ni su música ni ellos (en mi caso, Bon Jovi) y hay otro grupo cuya música ni nos va ni nos viene, pero que tienen nuestro respeto. Hoy tenemos ese caso.
Por Teodoro Balmaseda
Todos tenemos prejuicios y, cuanto más rápido vaya el mundo, cuanta más información tengamos que asimilar, más vamos a tener. Es una especie de guía rápida para buscar lo que nos atraiga y desechar pastos no tan verdes. A mí me pasaba (y me pasa) con las radiofórmulas. Todo el que saliera en la canción del verano, tres mil veces reproducida la puñetera canción al cabo del día, se convertía automáticamente en mierda, y yo pasaba de largo acelerando.
La flaca y Depende, me habían parecido un par de buenas canciones, demasiado buenas para la indignidad de tener que estar en las listas «guau, guau, tú y yo lo sabíamos», pero Jarabe de Palo era una de esas bandas que no me dejaba mal sabor de boca, pero tampoco iba a buscar. Sin embargo, en 2001, le pusieron banda sonora a mi vida. Este capitulo lo reflejé con The Smashing Pumpkins en su Mellon Collie and the Infinite Sadness, pero hago una introducción rápida. Desde preescolar hasta terminar la ESO había estado en el mismo colegio. En notas… iba sobreviviendo, pero con la gente, de puto culo. No creo que haya sufrido bullying, no al menos como yo lo entiendo, pero digamos que en mi clase había un sistema de castas donde yo era el último paria. La parte buena es que cuando perdí aquello de vista, precisamente las lágrimas no se me saltaron. Cuando llegué al nuevo instituto hice amiguetes rápido, con la gente mil veces mejor que de donde venía… pero con los profesores de puto culo, y me fue tan mal que empecé a pensar que estudiar no iba a ser lo mío. En el primer trimestre, con un esfuerzo normal, palmé tres. En el segundo, estudiando como un cabrón, palmé cuatro. Y lo dejé. ¿Para qué? Aquel par de meses hasta junio me los pasé con De vuelta y vuelta en bucle en mi discman. Fue la banda sonora de la hostia que me venía.
El caso es que el tiempo pasó. Jarabe de Palo fue sacando sus movidas, el Reno Renardo los versionó, y yo fui juntando letras… hasta que me enteré de que Pau Donés estaba enfermo. Otra vez ese silencio educado mientras las neuronas bullen y el corazón se encoge. El caso es que me entero de que el tipo ha sacado un libro, una especie de autobiografía poco ortodoxa (como tiene que ser, tu vida se tiene que explicar con tus palabras y según tu forma de entender). Estoy descubriendo una adicción a las biografías, y si son de músicos, más aún. 50 palos se llama. Corred a leerlo. Más allá de sus vivencias, de la historia de la banda, de las bandas previas, el zambombazo que dieron con La flaca, lidiar con el éxito y demás, tiene un mensaje que es lo más valiente que he leído.
A ver, pongámonos en contexto. Sabes que te estás muriendo, que no hay solución, y estás escribiendo una especie de legado. Sabes que no escribes para hoy, ni para dentro de dos años. Estás escribiendo para la próxima década, para que tu gente cercana te redescubra o, si son demasiado jóvenes a día de hoy, le pongan detalles a tu retrato, a la crueldad de la memoria, que elimina rasgos a voluntad.
Pues Pau, en un ejercicio increíble de valentía y sin ninguna indulgencia consigo mismo, ni siquiera influido por las circunstancias, admite que en otro tiempo tuvo rollos de drogas y que, a lo mejor, lo que terminó cosechando venía de ahí. Que tal vez (cito lo que dice él) no tiene nada que ver, pero que si hay una relación causa-efecto, Pau tenía que decirlo a pecho descubierto y sin paños calientes. Si eso no es tener dos cojones bien puestos, que baje Dios y lo vea. He leído varias biografías de músicos, de futbolistas… y muchos tienden a ponerse en la posición de incomprendidos y a saltarse las partes de la historia que no les convienen, pero Pau hizo todo lo contrario.
Pordemostrar que de vez en cuando en las listas de lo más vendido aparece algo bueno y por darnos una lección de honestidad en circunstancias poco propicias, por demostrar que primero que todo somos personas y el respeto uno se lo tiene que ganar:
Jarabe de Palo. De vuelta y vuelta.