Me puede la honradez. Hay bandas que me han convencido con discos, con su evolución entre álbumes, pero hay otras que me han enganchado con canciones. En un disco de unos diez-doce temas, hay tres o cuatro que me enamoran, y el resto… no diré que no me gusten, pero… no molan lo mismo. Si me gustan una docena de canciones de una banda que están repartidas en unos cuantos discos, la forma más probable de localizarlos todos suelen ser directos o recopilatorios. Vale que es trampa, pero es una forma eficaz de meternos en harina. Hoy tenemos una banda capaz de lo mejor y lo… flojillo.
Por Teodoro Balmaseda
Cuando pienso en Korn lo primero que tengo en mente es el alucinante videoclip de Freak ona leash. Creo sinceramente que la evolución del negocio ha dejado discos y videoclips en un segundo plano. Las bandas que ahora patean culos son las que se reivindican en directo, pero por aquellos juveniles años del cambio de milenio aún quedaba una pequeña esperanza para que una banda diera un salto tremendo de calidad a través de un buen videoclip.
Con un ritmo enfermizo de batería y unos punteos de guitarra de una sola nota, toda la canción se desarrolla, antes de que entre la metralla, en un clima casi esquizoide, saltando de un mundo de animación un poco oscuro a la realidad, con la banda tocando entre un juego de luces acojonante. En el mundo animado se produce un disparo que salta a la realidad paralela, reventando una lámpara de lava.
Yo estaba con la mandíbula pegando contra la alfombra, bebiéndome cada minuto, entre la niña jugando a la rayuela, el policía y el menda ese de las rastas haciendo beatbox heavy, si es que eso existe. Alucinante.
Me habían enganchado, habré visto el videoclip mil veces y habré escuchado ese Follow the leader… otras mil por lo menos. Seguí con su discografía: Issues, Untouchables… y siempre me pasaba igual: dos, tres, cuatro temazos acojonantes del todo… y el resto que me dejaba frío. Sin embargo (con el paso del tiempo y la normalización de YouTube fue haciéndose más y más habitual), ver un directo era como asomar la jeta detrás de la turbina de un avión. Ese bajista es una máquina de matar, seguramente el músico más letal del mundo con slapping. Vale que hay otros bajistas acojonantes, capaces de cosas sobrehumanas, en otros estilos como el funk o el ska, pero creo que Fieldy es el slap más duro en una banda de metal donde, en teoría, debería estar sepultado entre riffs.
Falling away from me, el estribillo a medio tempo, en plan napalm, de Somebody, someone…Here to stay fue el caso contrario. Me costó mucho, muchísimas vueltas, cogerle el hilo, pero cuando la interioricé me encantó. Salían temazos, ese bajista quitaba el aliento… pero también veía mucha paja. Coming undone, cuyo videoclip me recuerda un montón al de Vertigo, de U2, me volvió a acercar a estos tíos, y finalmente The Path of Totality me sacó por completo de mi eje. ¿Qué es bueno? ¿Qué es malo? Para gustos colores, pero creo que tuvieron tiempos mejores.
Concluyo que Korn es una gran banda con un directo tremendo y que puede ofrecer tranquilamente un par de horas de música de muchísimo nivel, pero, por el contrario, si les pedimos cinco horas… en fin.
Por permitirme admirar a un grupo sin seguir una adoración sempiterna, y por poder dar una de cal y una de arena: Korn Greatest Hits, Vol. 1. 2004.