Me acabo de dar cuenta que llevo cuatro años y un mes dándole la turra a mi coleguita Santi Pekeño Ternasko, el maño más famoso desde el gol de Nayim, con mis pajaradas. No sé cómo no me ha mandado a cagar. El caso es que creo que es la primera vez que repito grupo, y además con un disquito reciente, que así pillo Santi no se lo espera.
Cualquiera que haya leído alguna de las entregas habrá descubierto que MetallicA fue mi primer gran amor, y que Rammstein seguramente sea mi banda favorita. A ver, que me tatuaría el logo en el gemelo, puede ser, pero tampoco soy un hooligan. Si hay que darles cera, se les da.
Por Teodoro Balmaseda
En noviembre de 2009 fui a verlos al BEC! de Barakaldo. Mi primer gran concierto, viaje incluido. Fue una pasada, sonó como un trueno y hasta Combichrist, los teloneros, una cosa rara medio electrónica pero muy hardcore, me dejaron temblando. Parece increíble que hayan pasado trece años.
Desde que oí Ich Will —tienes mi Historia de rock con el 8—, me habían dejado petrificado, pero, oír Haifischo Pussy delante de mí (bueno, a una cancha de baloncesto de distancia) … no tiene explicación. En Links 2,3,4 estábamos siguiendo el ritmo con los pies, y aquella grada se puso a temblar. Yo pensaba que nos íbamos abajo.
Rammstein siempre han tenido un componente muy teatral. Un rollo de Goethe, operesco casi, que han sabido emplear en el mensaje de sus letras, en el trenzado de su obra. La parte mala es que no entiendo el suficiente alemán como para pillar las ironías, los juegos de palabras y los dobles sentidos. La parte buena es que algo sí que pillaré. La misma perplejidad con la que he anunciado que han pasado trece años ya desde aquella gira del Liebeistfüralle da la emplean ellos en la línea base del que podría ser —siempre hay rumores, pero también es verdad que se llevan separando desde 2004— su último disco.
Armeeder Tristenabre fuego con unos teclados que recuerdan a Führemich, aunque la letra se parece a Rammlied. Básicamente un «nos dabas por fiambres, pero aquí estamos otra vez». No es por ser criticón, pero es una intro sin más, un aperitivo. Es de esas canciones que en cuanto las pones, sabes que la metralla viene después.
Zeit es probablemente el eje del disco, aparte de darle nombre. Se ponen un poco melancólicos, como Ohne dicho Wobist du. El mensaje del estribillo es claro. Tiempo, por favor detente, es tan pronto… hasta a Cicerón se le aflojaron las canillas cuando vio acercarse a la parca, pero no creo que sea el mismo caso. No es no querer morir, si no querer que el tiempo se detenga, intentar disfrutar un poco más.
Schwarz tiene uno de esos ingredientes que me encantan en Rammstein: empieza un pianito que da la sensación de baladita, pero las estrofas desarrollan un ambiente oscuro de cojones y el guitarreo acaba sonando a Nebel. Una especie de falsa despedida, como si fuera la última del disco. Giftig hace un guiño a Sensucht, hasta el guitarreo, que es una especie de Bestrafemich más rápido y más contundente. Tiene también esa aura oscura. Decía Flake, el teclista, que las canciones duras les salían en un sótano oscuro. Aquí han cogido Zeit, y se lo han llevado un rato al sótano de la furia.
Zick Zack. No abandonamos la temática. Hablamos del tiempo, de la proximidad de la tijera de las moiras, pero ahora exploramos la otra gran faceta de estos seis teutones: el humor. A un guitarra se le caen los piños, al otro está un poco boteresco, y se pone una camiseta con los abdominales dibujados, el batera lleva la melena de Rudi Völler pegada con super glue, el bajista parece un modelo de anuncio de colonia y el voceras y el teclista podrían hacer una de Frankenstein. Es una crítica a no dejarse envejecer, a tirar de bisturí a la mínima. Hay mil especulaciones sobre de quién se están riendo. Sinceramente, es igual. El videoclip es un descojone, y además creo que lanza un mensaje sano. No pasa nada por no tener un cuerpo perfecto (no es mi caso, siempre fui el hermano guapo de Adonis, pero vosotros también tenéis derecho a la vida), por ser viejo o que te cuelguen las pellejas. Igual es mejor una barriga o una pelleja colgona que no una jeta siliconica con menos expresión que el tambor de Schneider.
OK. Ohne Kondom. Sin condón. La nueva Rein, raus, Sex… cochinadas en alemán. Eso sí, con un bajo cojonudo y unos coros alucinantes.
Meine Tränen. Una Mutter, balada jodida. Que suena triste, pero cuando lees la letra puedes flipar. Till Lindemann tiene un don para la poesía, por lo menos para ese tipo de poesía. Es como un efecto secundario, una especie de historia en verso descarnada, con ese componente casi de ópera, muy teatral.
Angst. Para los iluminados que dicen que como son alemanes son nazis (un anormal modificó audios de canciones para hacer como si le cantasen a Hitler), puede ver el videoclip. Joder, no pillo toda la letra, pero me parece una alegoría cojonuda a esa mal llamada clase media. Como tengo un coche y puedo comerme unas pipas en el parque, no quiero arriesgar todo lo que he avanzado, y mira por encima del hombro al que tiene mil putos euros menos. Sólo hay dos clases. Bezos, Floren, jeques, Amancios y demás madrugadores, y el resto de muertos de hambre. Pero qué fácil es jugar con el miedo de esa decadente clase media para mantener el estatus de las cosas. Los últimos treinta años son testigos de ese proceso de desimplicación social.
Dicke Titten. También se ríen de sí mismos, y del prototipo de alemán vestido de tirolés, privando birra y cantando y bailando a gritos. Como no, de la alemana pechugona y mejillas sonrosadas. La historia básicamente es de un pastor, o un granjero, que quiere buscar una compañera, que no le importa si es lista o es guapa. En caso de duda…
Lügen. Cara B al canto, con experimentos sónicos, pero… no me dice nada. Adieu tampoco es que sea mi favorita.
En resumen, lo mismo que le pasaba al del cerillo (Rammstein. 2019). Le sobran cuatro temas. Es como Reise,reise y Rosenrot. Podría haber sido un discazo y salieron dos discos aguachinados. También es cierto que Mutter será difícilmente, por no decir imposiblemente, superado. También es cierta otra cosa: se la suda. Llevan treinta años viviendo de la música, han hecho lo que han querido y seguramente estén lo suficientemente asentados como para que se la sude si tiene buena o mala aceptación el nuevo disco, porque además pueden hacer una gira del copón tirando de Keine Lust, Sonne, Du hast… y jubilarse de puta madre.
Por hablar de un paso del tiempo que me está empezando a preocupar, pero por tomarse con dignidad las carnes colgonas y el estrés compositivo:
Rammstein. Zeit.