Sepultura. Yo no tenía ni idea de quiénes eran, ni a qué sonaban, así que cuando puse el Chaos AD en el cd del mostrenco de radiocasete (que aún funciona) me voló la cabeza.
Por Teodoro Balmaseda
Es una cosa curiosísima, seguro que con una explicación científica que no entiendo, cómo funciona el biorritmo. Ha empezado a llegar el invierno, como los Stark, con la Navidad empezando a asomar en el horizonte, y estoy a pocas páginas, apenas a unos días, de terminar el desarrollo de la novela (no terminarla, que quedan las correcciones). En los países nórdicos cambian la intensidad de las luces de las farolas en determinadas horas del día y dan por sabidas una oleada terrible de suicidios por estas fechas. No entiendo por qué, pero es cierto que se crea un ambiente en el subconsciente colectivo —o al menos en el mío— de nostalgia, de reflexión. No es que tenga ganas de convertirme en James Stewart, pero es cierto que me apetece más mirar por la ventana y dejar a la mente vagar hoy que a mediados de junio, por ejemplo.
Viene todo este rodeo a una idea que he expuesto más de una vez. Para los que somos unos locos de la música, los discos tienen un doble valor: las canciones o la banda en sí, y la gente que nos la pasa. Todas las moderneces del Spotify, o del mismo buscador, donde pones, “bandas que suenen duro” y te saca una lista inacabable en menos de dos décimas de segundo, están muy bien, pero es como el cibersexo: no van a poder sustituir a la vieja escuela. todos los que tenemos alguna cana, como mi colegui Santi en la barba, hemos tenido un mentor. Tu hermano mayor, tu tío, tu primo, el novio de tu hermana… el menda que llevaba un parche de los Sepultura en la chupa y te dejaba, como Moisés bajando las tablas de los mandamientos, un puñado de discos para que siguieras la senda del verdadero creyente. Yo era un criajo de trece años con serios problemas en tercero de la ESO (no repetí porque Dios es misericordioso). Tuve más de un roce con un gilipollas de profesor que espero de todo corazón que ahora ande poniendo traviesas de tren en mitad de los Monegros, para que le dé el fresquito en el pecho.
El caso es que toda mi sabiduría musical se reducía al Garage Inc., de MetallicA y el Eurosis, de SKA-P. Pedí más discos que sonaran así de guay (le pones esa orientación a estos gilismis y peta el algoritmo), y alguien que ya no está apareció en mi casa con un puñado de discos. Entre ellos, White Zombie, Sick of it all y media discografía de Sepultura. Yo no tenía ni idea de quiénes eran, ni a qué sonaban, así que cuando puse el Chaos AD en el cd del mostrenco de radiocasete (que aún funciona) me voló la cabeza. Vale que Refuse/Resist fue el que se llevó la fama, pero este disco tiene varias joyitas.
Me llevó años entretenerme en ver las letras, en tratar de sacar mi interpretación de los temas, pero la conexión que tengo con estos brasileños ha pasado de un punto más visceral a otro más intelectual. En mi adolescencia esa forma casi lenta, pero violenta de tocar encajaba perfectamente con lo que sentía (noventa por ciento miedo, desconcierto por no encontrar mi lugar en el mundo ni dentro de la humanidad), pero ahora temas como Territory, Biotech is Godzilla o Amen tienen un nuevo aire a mis ojos.
Max Cavalera siempre ha sido un tipo superado por su personaje. Es mucho más listo, mucho más reflexivo de lo que puede parecer. En Chaos AD, no estaba gritando bramidos guturales aleatoriamente, estaba mandando un mensaje claro. Hablaba de Palestina y el conflicto (una mierda conflicto, la invasión sionista, con limpieza étnica incluida) de Oriente medio. Hablaba del enfrentamiento armado de los davidianos con las fuerzas del orden texanas, lo que me sirvió para averiguar quiénes eran los davidianos (secta destructiva). Aun siendo malvado con estos cariocas, no se puede negar que han hecho historia: historia de la música brasileña, historia del metal… cualquiera que sepa de música buena sonríe un poco y se imagina unas rastas gordas como el cepellón de un olivo si oye Max Cavalera.
Como decía, aun siendo cabrón con ellos, y obviando la repercusión que tuvieron las tres canciones que abrían el disco, Chaos AD tiene un par de joyas indiscutibles. Kaiowas, que tenéis que escuchar la versión que hace mi amigo Rubenciano para calentar las manos al empezar cada bolo y, por encima de todo, a mis ojos la mejor que ha dado Sepultura, The Hunt. Escoger una versión como lo mejor que ha dado una banda seguramente me brindará una muerte horrible a guitarrazos, pero la batería de Igor es sencillamente perfecta, esos coros, ese We’re looking for you… amor a primera vista. Desde la primera vez que la escuché se convirtió en mi favorita de estos tíos, y en una de las indiscutibles que me llevo a correr, de esas que me hacen olvidar lo bien que se está en el sofá y que estoy haciendo el bobo al correr sin que me persiga ninguna bestia parda.
Por ser parte indiscutible de la historia del metal, y eje fundamental del desarrollo de los estilos más cañeros en Latinoamérica (trata de concebir a unos A.N.I.M.A.L. sin Sepultura) y, a su vez y sin pretenderlo, hacer bueno eso de “alguien no muere hasta que nadie le recuerde”:
Sepultura. Chaos AD.